febrero 01, 2007

De (a) vEritAs


Por Mario Cordero Véjar

Desde los tiempos más remotos, hasta los más actuales, la verdad y la mentira juegan al maniqueísmo, al surrealismo y a veces al indescifrable dadaísmo. Como un fantasma, que ronda y asusta, que aúlla y reprende.

Puede que no lo vea, pero está ahí, en una ráfaga impávida, implacable y sutil. Se inmiscuye entre todos, sin discriminar, sin hacer juicios. Ahí está.

La verdad, objeto de disputa y conflicto, de imposible e inalcanzable, tiene una dimensión universal, que trasciende y afecta hasta nuestros días.

Es difícil ser honesto actualmente. La mentira es una salida más fácil y más tentadora, y la verdad suele ser más escabrosa y cruda que la mentira. Pero, ¿por qué hemos invertido los valores?
Todos deseamos que sean francos con nosotros, pero entonces por qué estamos dispuestos a “manipular la verdad”. ¡Un concepto deliciosamente desvergonzado! ¡Qué significa que alguien “sólo quiera cambiar un aspecto de la verdad”?¿Acaso no es indignante?
Una mentira piadosa no es piedad, es cobardía. Y yo no busco una compasión mediocre. Yo quiero franqueza de corazón.

Pero todo comienza con la sinceridad interior, es decir, no puedo exigir que me digan la verdad, si yo ni la contemplo.

Seamos honestos con nosotros mismos. ¿Cuántas mentiras “pequeñas” decimos al día?
Una pregunta dura, que espero podamos contestar con sinceridad. La respuesta, cruda y bruta, aturde. ¡No pequen de santos! Sí, tu, madre, hija, hermano, padre, todos mentimos, ¿Pero no es absurdo? Si miento, lo que te estoy diciendo no es cierto. No existe. ¿Entonces qué te estoy diciendo?

Ante este escenario confuso y vago, se atisba claridad. Claridad en la razón y coherencia en las ideas. A través de la palabra, a través del pensamiento. Consiste en intentarlo. Día tras día. Momento tras momento. En cada palabra, en cada oración que expresamos, se libra una batalla entre la verdad y la mentira.
Debiera ser un menester personal, revisar nuestras acciones, nuestras palabras. Somos rehenes de lo que decimos y carceleros de nuestros pensamientos.
Unamos nuestras ideas con nuestras acciones y la realidad con nuestra voz.


Siendo que la verdad no peca, pero incomoda, sugiero y reitero que: “la verdad os hará libres.”

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